Alguna gente dice que lo mejor que podrían hacer los representantes de la Iglesia católica que están hablando estos días sobre los abusos a menores sería callarse… pero yo creo que no. Está bien saber lo que piensan.
No voy a repetir los argumentos “comprensivos” o justificadores que hemos escuchado muchas veces –también cuando se utilizan para explicar las agresiones a las mujeres-, ni tampoco me interesa nada discutir si el celibato es o no razón para toda esa sórdida realidad. Yo creo que no tiene nada que ver y que el origen de la pederastia en los internados y colegios regidos por sacerdotes es la represión sexual impuesta por la Iglesia oficial.
Es la negación del sexo como una sensibilidad más del ser humano la que ha machacado a quienes han seguido esa doctrina –dentro y fuera de los seminarios e instituciones religiosas-. Eso es lo que hay que denunciar (además, claro está, de perseguir en los tribunales a los que han cometido los delitos). Durante siglos, y hoy todavía, las principales víctimas de una interpretación sórdida, desviada y culposa de la sexualidad, han sido las mujeres. Y, así, han visto negada una parte de sí mismas y han vivido el sexo como una tara, una obligación para con el esposo y la causa de todos los embarazos no queridos. El acceso a los anticonceptivos –no generalizado en todo el mundo, ni mucho menos- y la información y autonomía que han ido alcanzando las mujeres, ha cambiado completamente esa realidad.
Para los varones españoles educados en los colegios de curas o frailes, la cosa no era muy distinta: culpa, pecado, enfermedad, etc… Los portadores del mensaje eran asimismo víctimas de la doctrina pero, a diferencia de los niños, tenían el poder de transformarse en agresores. La culpa, introducida en las mentes infantiles por los educadores, hacía de protectora y ha ayudado al silencio durante siglos. Por cierto, que es el mismo silencio, la misma vergüenza y desprotección que sucede cuando los abusos sexuales hacia niños y niñas se producen en el seno familiar. Ésta es otra de las aristas de la pederastia que, aún, queda por atacar.
La sexualidad debería formar parte de la educación sentimental y social desde la más tierna infancia. Hay que arrancar la semilla de la culpabilidad y el pecado en relación con el sexo si queremos proteger a nuestra infancia. ¿Cómo es posible que sean más importantes la educación física, el deporte, la urbanidad y las “buenas costumbres” que el sexo? En la mayoría de las familias españolas, todavía hoy, la conversación sobre sexo con los hijos y las hijas es un asunto ...
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