Violencia sexual en el Congo: una tortura que no termina con la agresión

Farmamundi ofrece desde 2006 asistencia médica y psicológica a mujeres y niños violados en la zona más castigada por estos crímenes.


Repudiadas por sus esposos, sus padres o vecinos. En el corazón de África, cada día decenas de mujeres, niñas y niños son víctimas de la violencia sexual, una tortura que no termina con la agresión. En la República Democrática del Congo, la violación es un arma de guerra más para acabar con los pueblos, a través de la destrucción física y psicológica de quienes llevan el peso de las familias: las mujeres.


Desde 2006, Farmacéuticos Mundi (Farmamundi) presta asistencia sanitaria y psicosocial a las mujeres víctimas de violencia sexual y a la población vulnerable en las provincias de Nord Kivu y Provincia Oriental, las zonas más castigadas por el terror, tras más de diez años desde el final de la guerra.

La última fase de la actuación se ha ejecutado a lo largo de los diez primeros meses de 2009 y ha contado con la financiación de la Agència Catalana de Cooperació al Desenvolupament, con una aportación de 193.000 euros y del Ayuntamiento de Barcelona, con 62.000 euros.


Ahora, y de forma ininterrumpida, la organización continúa su actuación humanitaria durante diez meses más, gracias a la reciente concesión de un nuevo proyecto en el Congo que consolida su labor en el terreno y que tiene como propósito mejorar la calidad de vida de las víctimas de violencia sexual mediante la asistencia, el apoyo y el seguimiento desde un punto de vista médico, psicológico y social. Con un coste de 374.599 euros, el proyecto cuenta con 172.525 euros aportados por Generalitat Valenciana y 75.000 del Ayuntamiento de Barcelona, mientras que el resto son aportaciones locales y de Farmamundi.


Asistencia a los más vulnerables Aproximadamente, 5 millones de personas han muerto en el Congo como consecuencia de la guerra y se calcula que alrededor de 1.200 personas mueren todos los días en este país por causas relativas al conflicto. Entre éstas, cabe señalar la violencia generalizada y las violaciones, la impunidad de los agresores, la pobreza extrema, así como la destrucción prácticamente total de las principales infraestructuras básicas como son los hospitales y las carreteras, entre otras.
“La situación de hoy es una clara herencia de una guerra que aún continúa de manera silenciosa desde 2007. No existe la justicia y la gente aplica la ley del más fuerte: si un hombre quiere una mujer, la viola; si alguien quiere la moto que ve, asesina al conductor… La violación de los derechos humanos es habitual y necesitamos nuevas costumbres que enseñen a la gente que la violencia no es algo normal”, explica el administrador de Farmamundi en la ciudad de Butembo, en Nord Kivu, Kakule Kalirwako.


Precisamente, ésta es una de las zonas más castigadas, donde se vive en una situación de inseguridad crónica y en unas condiciones de salud, higiene y seguridad alimentaria muy precarias e inestables, declara la técnico de Proyectos de Farmamundi, Noemí Poblador. “Por ello,-afirma- nuestra labor es procurar apoyo a las personas más vulnerables, como las mujeres víctimas de violencia sexual, enfermos de sida, niños, viudos y huérfanos, a través del acceso a medicamentos con el apoyo a las estructuras sanitarias existentes y creando otras nuevas”, y añade: “Pero no sólo eso, el proyecto tratará de contribuir a la prevención de agresiones sexuales por medio de la sensibilización de los líderes locales y de la población civil de cada una de las 30 comunidades en las que ya estamos actuando”.

Y es que en esta parte del mundo, las violaciones son un arma más de guerra que gozan casi de total impunidad. Para ganar un terreno, la mejor opción es atacar al más fuerte y, pese a su condición de vulnerable, la mujer congoleña es parte clave de la integridad familiar y del sustento de muchos hogares. Su destrucción física y psicológica es una victoria, un hogar menos.

Por ello, la utilización de violaciones indiscriminadas a la largo de los años ha hecho que estas atroces prácticas salten de los hombres uniformados a civiles cuyo estímulo es un saqueo, las drogas o una superstición infundada e inhumana como la que asegura que violando a un bebé o a una niña virgen una persona seropositiva puede curarse. “Cuando a una mujer la violan, - explica Poblador - ellas mismas cuestionan su autoestima e interés por vivir, por lo que acaba afectando al resto de la familia. Pero no sólo eso, no es extraño que tras una violación, muchas mujeres y niños sean, además, rechazados por sus maridos y familiares”. Sin recursos económicos, repudiadas por su entorno, las víctimas deben reinventarse desde fuera hacia dentro. Ahí entran en juego los programas puestos en marcha por las ONG locales con las que trabaja Farmamundi en el Congo desde 2006.

Tanto Femmes Engagées pour la Promotion de la Santé Integrale (FEPSI) como Programme de Promotion des Soins pour la Santé Primaire (PPSSP) desarrollan actividades de reinserción social, desestigmatización y lucha contra el VIH, con varios años de experiencia a sus espaldas en estas materias.

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http://ania.urcm.net/spip.php?article30462

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