Enero de 2011: 7 mujeres muertas

La Ciudad de las Diosas


Aunque parezca el título de una película de terror, es una realidad. Todavía no ha acabado el primer mes del año y ya han sido asesinadas siete mujeres y un menor a manos de asesinos cobardes y miserables que decían amarlas.




Mujeres de todas las edades y condiciones son las que en este preciso momento están sufriendo el dolor sobre todo emocional de golpes físicos y psicológicos.



Quedan, quedamos, marcadas para toda la vida por unas heridas invisibles que residen en el alma y que nunca se olvidan. Podemos sobrevivir, pero con esas heridas siempre a cuestas que nos recuerdan que hemos amado a alguien equivocado, a alguien que confundió amor con posesión no sólo de nuestros cuerpos, también de nuestras almas, de nuestras vidas.



Y ellos, los maltratadores, salen a flote. Inventan nuevas estrategias para dejarnos sin trabajos, sin vida privada e incluso sin nuestros hijas e hijos. A nosotras nos toca aparte de curarnos las heridas del cuerpo y convivir con las del alma, reinventarnos, reubicarnos, pedir ayuda y sufrir el estigma de recorrer un camino difícil pero necesario.



Socialmente es un hecho castigado. Judicialmente también. Es cierto que hay que mejorar la ley para seguir protegiendo a las víctimas, a todas las víctimas, a las que vienen de fuera a trabajar y buscar una mejor vida también.



Pero ocurre un hecho muy curioso y sé de lo que hablo. Públicamente todas y todos seguimos condenando este tipo de terrorismo machista, pero cuando hablas del tema personalmente con algunas personas y el maltratador es alguien conocido, siempre aparecen excusas que le exculpan. Es curioso y me ha ocurrido en alguna ocasión. Ellos, los otros, los desconocidos, los que no pertenecen a esta “tribu” en la que nos ubicamos dentro del marco de la conversación son eso, terroristas, malas personas y sobre los que ha de caer todo el peso de la ley y más. No habría que dejarlos salir nunca más a la calle e incluso cosas peores he escuchado. Pero si el maltratador asesino es cercano a la “tribu” la cosa cambia y entonces aparecen los atenuantes y la victimización, en algunos casos recae, de nuevo en la víctima porque, sencillamente era una “mala mujer”.

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Teresa Mollá Castells


tmolla@teremolla.net

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