La mujer en la universidad
En este curso 2010-2011 se cumple el centenario del libre acceso de la mujer a la universidad española en igualdad de condiciones con los hombres; hasta la aprobación de la Real Orden de 8 de marzo de 1910 las mujeres no podían acceder a ella libremente, tenían que solicitar un permiso a las autoridades académicas, que sólo les era concedido si los profesores respectivos se comprometían a garantizar "el orden en las aulas donde asistieran"
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Hubo que superar muchos obstáculos; primero, se tuvieron que vestir de hombre, como cuentan que hizo Concepción Arenal, después, asistir con acompañante, sentarse separadas de los alumnos, entrar por una puerta lateral al empezar la clase, con un bedel al lado y cosas por el estilo, y, por supuesto, los títulos que obtenían no las habilitaban para el ejercicio profesional.
Aquella Orden fue posible gracias a que fue nombrada consejera de Instrucción Pública Emilia Pardo Bazán, una gran mujer que hacía décadas que luchaba por la alfabetización y educación de las mujeres; más tarde, otra mujer, Clara Campoamor, pelearía por la consecución del derecho al voto que se lograría en la Constitución de la Segunda República.
El sufragismo, recuerdo, nace como un movimiento de agitación internacional en las sociedades industriales, con dos objetivos concretos: el derecho al voto y a los derechos educativos; en alcanzarlos se tardó, aproximadamente, unos 80 años.
Las mujeres, hay que reiterarlo, eran socialmente invisibles, no tenían posibilidad de acceso a la educación y cuando se inicia, muy lentamente, su ingreso en la enseñanza primaria y secundaria sólo se entendía de utilidad en la medida en que ser instruidas era mejor para la educación de los hij@s, o para que, en el caso de que tuvieran "la desgracia" de no casarse, se pudieran ganar la vida, como institutrices o, más tarde, como maestras.
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