Entra a la consulta del médico con un bebé en los brazos. Cualquiera diría que el bebé es su hermano pequeño pero en realidad es su hijo.
No tiene más de catorce años, no puede tenerlos, es una niña, su cara, su cuerpo, su forma de hablar. Dice que no tiene pareja pero viene a por métodos de planificación familiar.
Es refugiada, menor y ha pasado por todos los circuitos de organizaciones que trabajan en la asistencia a migrantes subsaharianas.
Poco después nos enteramos que tiene un compañero, como quince años mayor que ella. Es su pareja, su marido, su vida en Marruecos. En España sería pedofilia, aquí es subsistencia.
“M. L. lleva ya un año buscando pareja para su hija de trece, tres hombres pasaron por su casa, la madre aún no ha dado el visto bueno. Intentamos hablar con la madre y con la niña porque es muy pronto para que le busque un marido, pero la madre está enferma y comer y pagar el alquiler se les hace muy complicado”, declara S., líder comunitario costamarfileño. Las niñas para “matrimonios del camino” se han convertido en una lacra en Marruecos, sobre todo en las comunidades congoleña, nigeriana y costamarfileña.
Para las nigerianas, carne de explotación sexual en Europa, forma parte de su acuerdo con las redes de trata.
En las otras comunidades las niñas son ofrecidas por sus familias o por el grupo a hombres que buscan pareja.
Se convierten en mujeres casadas con trece o catorce años, en madres adolescentes, a cambio de que el marido pueda mantenerlas y pagar el alquiler para ellas y sus familias.
“Tenemos casos de niñas que han venido desde el país porque una madre enseñó la foto a un hombre aquí y al tipo le gustó la niña”, refiere A., enfermera congoleña.
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