La guerra que en la República Democrática del Congo se lleva a cabo contra las mujeres...


Jeanne Mukuninwa

Cuando conocimos a Jeanne le acababan de practicar la quinta operación para tratar de reconstruirle el sistema reproductor que los soldados le destruyeron con sus bayonetas después de violarla. Toda una demostración de la duración de los efectos, no sólo psicológicos sino también físicos, de la guerra que en la República Democrática del Congo se lleva a cabo contra las mujeres, con el telón de fondo de la lucha por recursos naturales como el coltán.

El pasado mes de julio la sometieron a una nueva intervención: la sexta. Según explica, no con poca desazón, aún le quedan dos pasos por el quirófano más: en octubre y en marzo.
"Llevo cuatro años de operaciones. Los médicos del hospital Panzi me dicen que la de marzo será la última, aunque no están del todo seguros", afirma. "Unas intervenciones se centran en la vagina y otras en el útero. Espero que el sufrimiento pueda terminar pronto".

El año pasado, Jeanne se dedicaba a vender golosinas, galletas y cigarrillos en la vía pública, si bien la mayor parte de la ayuda para subsistir la recibe del hospital Panzi. Ahora centra sus días en tejer guantes de lana que también ofrece en las calles y que la gente usa para lavarse. Dice que le gusta tejer, que la ayuda a no pensar, a relajarse, en especial después de las operaciones, cuando el dolor le impide caminar.

También se ha cambiado de casa. Antes compartía una habitación con otras mujeres. Su actual vivienda, que alquila, está en una zona un poco más apartada de la calle principal de Panzi, más tranquila. Se trata de una chabola de ladrillos de adobe y techo de zinc, que también comparte con otras mujeres. Jane se muestra contenta por el cambio.

Otra de las transformaciones recientes en su vida es que ha comenzado a ir a la escuela, desde cero, porque no sabe leer ni escribir. Se la ve entusiasmada con sus cuadernos y libros. Un universo nuevo por descubrir. Sólo lamenta que las intervenciones quirúrgicas la obliguen a faltar a clase de forma regular.

Con respecto al futuro, no se hace preguntas. Dice que prefiere no pensar qué ha sido de su familia desde que un equipo de MSF la recogió tras haber sido violada en la región de Shabunda, hace cuatro años, y la trajo a Bukavu.
"No sé cómo están. No tengo noticias. No sé si siguen vivos a no. Quizás, cuando esté recuperada físicamente y cuando se acabe la guerra, vuelva a buscarlos a Shabunda.
Ahora, estoy sola. Mi familia son mis vecinas y los médicos del hospital Panzi".
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