A finales de los 90, comenzaron a levantarse voces en EEUU contra el régimen talibán que desde 1996 controlaba Afganistán. La presencia de Osama bin Laden, acogido como un huésped por los fanáticos afganos, era uno de los motivos pero no el principal: el argumento más escuchado fue el dramático retroceso impuesto a las mujeres afganas, cuyos derechos fueron secuestrados por los estudiantes de teología para relegarlas a un papel que oscilaba entre la esclavitud y el animal doméstico.
"Los talibanes parecen determinados a arrastrar a las mujeres desde los albores del siglo XXI a algún lugar más próximo al siglo XIII", denunció la entonces secretaria de Estado norteamericana, Madelaine Albright, durante una conferencia femenina celebrada en 1999.
Pues bien, si cambiamos el sujeto de la frase por "los wahabíes", pronto podríamos aplicar sus palabras al régimen saudí a juzgar por las últimas informaciones que llegan del reino.
En una carta remitida al Ministerio de Información, 35 clérigos saudíes han pedido al Gobierno que prohíba la presencia de mujeres en la televisión local así como cualquier imagen femenina de la prensa, algo que califican de "obsceno".
Los líderes religiosos también condenan los programas de música y baile en las pantallas, ya que consideran que todos estos factores confirman el aumento de "conductas desviadas" en Arabia Saudí, el país que alberga las dos ciudades más sagradas del Islam, Medina y La Meca.
"No debe haber ninguna mujer saudí en la televisión bajo ninguna circunstancia", se explica en la misiva recogida por las agencias y firmada por reputados clérigos, entre ellos académicos y altos cargos del sector judicial. "No hay duda de que eso no se puede permitir desde el punto de vista religioso".
"Nuestra fe en vosotros [el citado ministerio] es grande en lo que se refiere a la reforma de los medios, ya que hemos estado observando cómo la perversión se ha instalado en el Ministerio de Información y Cultura, la televisión, la radio, la prensa, las asociaciones literarias y las ferias del libro", continúan los ideólogos wahabíes, la versión más radical del Islam que rige el reino.
Semejante discurso pretende frenar las tímidas reformas de Arabia Saudí, que en los últimos meses se han materializado con el nombramiento de una mujer como vicetitular del Ministerio de Educación –encargada del departamento femenino-, una decisión sin precedentes en el reino.
No ha sido el único cambio: a principios de marzo, los religiosos más recalcitrantes denunciaron que en la Feria del Libro de Riad hombres y mujeres pudieran intercambiar opiniones libremente y mezclarse entre ellos, si bien la actuación de la policía de la moral –mutawam- impidió, por ejemplo, que las autoras promocionasen sus libros y que ningún hombre se hiciera con un autógrafo de las escritoras.
Al escándalo de una feria del libro no segregada –en un país donde la segregación sexual es sagrada- se suman las importaciones de revistas árabes donde las mujeres aparecen maquilladas y ataviadas con ropa occidental. Todo esto, según los firmantes, corresponde a un plan destinado a "occidentalizar" a la mujer saudí algo, a sus ojos, inaceptable.
A ojos de los demás, si el plan es cierto resulta inapreciable, dado que las féminas del reino wahabí no tienen derecho a mostrar más que sus ojos. Las organizaciones para la defensa de los Derechos Humanos no cesan de denunciar la obligada sumisión femenina a los hombres del reino saudí, donde las mujeres no tienen derecho a trabajar, estudiar, casarse o recibir asistencia médica sin el permiso expreso de sus parientes masculinos, algo que según Human Rights Watch sacrifica los derechos de las mujeres para perpetuar el control masculino.
"Las mujeres saudíes no harán ningún progreso hasta que el Gobierno cese los abusos derivados de esas políticas incorrectas", criticaba la responsable del departamento de derechos femeninos en Oriente Próximo de la citada ONG hace menos de un año, cuando trascendió su informe "Menores perpétuas. Abusos de los Derechos Humanos derivados de la tutela masculina y de la segregación sexual en Arabia Saudí".
Ni siquiera en Irán o en Afganistán las mujeres tienen prohibido conducir, algo que sí ocurre en Arabia Saudí, el único país del mundo que impide a sus féminas ponerse al volante, aunque es improbable que Washington lo critique como pasó en el caso afgano.
Claro que, dados los precedentes, resultará más seguro para las saudíes que Estados Unidos no tome cartas en el asunto, no vaya a ser que las libere de la misma forma que liberó a las iraquíes y a las afganas.
Hoy, unas están más oprimidas que nunca, y las otras están a punto de perder sus derechos adquiridos gracias al avance talibán y la influencia de las madrasas wahabíes, financiadas por Arabia Saudí.
http://www.redfeminista.org/
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