Rafael Fernando Navarro, para Carla Antonelli.

Uno empezó hace años en esto de la Filosofía. Apareció Hobbes destructor: El hombre es un lobo para el hombre. Y empujaba la vida cuesta abajo.
 Acostumbrado al beso, a las manos enlazadas, a la cintura del viento, no era fácil soportar ciertas aseveraciones. Pero nada terminaba en zarpazo. Marcel hablaba de la esperanza y de la libertad como capacidad de hacer el bien, sólo el bien. Y nos crecía el alma. La segunda guerra mundial dejó un poso de pesimismo radical. La vida no es más que una dimensión de la muerte. Para Sartre el infierno son los otros. Tal vez por eso alguien se encargó de sembrar Europa de muertos, de aislar una raza pura con el desprecio más absoluto hacia todas las demás. Surgieron las dictaduras como golpes de estado a la libertad, a la realización personal, a la libre decisión de cada uno de ser cada uno.
Se nos obligó a pensar lo que pensaba el otro, a querer lo que quería el otro, a hacer lo que exigía el otro, a abdicar de nuestra decisión vital para ser otro. Fueron años duros, muy duros. Ser esclavo no es fácil. Vivir sometido no es fácil. Existir cercados no es fácil. Y durante muchos, demasiados, años no vivimos, simplemente duramos porque el tiempo es horizontalidad vacía hasta la muerte. Y estuvimos muertos, absolutamente muertos, sin resurrección esperada al tercer día.



De tanta ceniza renacimos. Y empezamos de nuevo. Poco a poco nos fuimos recobrando. Hicimos un velero llamado libertad. Libertad despacio, paso a paso. Entre bayonetas de odio antiguo, de sables dominantes por costumbre, amenazados por caudillos de nuevo cuño. Pero conseguimos camino al andar. Apoyándonos unos en otros, como columnas hasta hacer catedral, gótico hacia la altura. Respirábamos hondo, tragándonos a chorros el aire de la vida. Comunidad hicimos y pueblo y compañía fecunda. El otro no era el infierno. Era compañero de viaje, amigo de fatigas y gozos compartidos. Tuvimos hij@s que nacieron con una Constitución en los ojos, con la libertad en las entrañas. Tanto que ya ni se acuerdan que fuimos padres-esclavos.
Jóvenes son sin Cuelgamuros, sin cruces blasfemas amparando dictadores.


Empezamos a entendernos con nuestro propio corazón. A no vivir con un destino impuesto, sino con una libertad conseguida. A pensar, a pensar, a pensar. Así, repetido una y muchas veces para convencernos, porque nos faltaba costumbre.


Carla Antoneli será diputada en la Asamblea de Madrid. Persona Carla. Mujer porque ha querido Carla. Elegida porque muchos la quieren Carla. Muchos, no todos. Algunos enseñan los colmillos porque es lo único que tienen para enseñar.


¿Quieren ver como es Carla, Carlos, Carlitos, Carlines o lo que sea Antonelli? Pues es esta señora de aspecto lozano, la chica chico chique que va a defender en las listas de Tomás Gómez el Madrid plural y cosmopolita. Me hubiera gustado más que se incorporara “alguien con síndrome de Down o con SIDA” El entrecomillado es el vómito de Javier Horcajo. Muy macho, muy testicular, muy fálico. Sólo eso. Pero a él le basta. Y católico, muy católico. Estaba acompañado de la Vicepresidenta de la Asamblea de Madrid. Calló la señora, como callan los falsos testigos, los perjuros, los que no se acostumbran a exigir libertad para tod@s.

Carla, no te conozco. ¿O tal vez sí? Sí, te reconozco porque ayudé, junto a muchos, a parirte en libertad.



Rafael Fernando Navarro.
http://marpalabra.blogspot.com/

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